Mi patria,
tierra húmeda e infinita,
son los callados hombres del bosque,
es la dama de la sombra
que cuida de mis destinos,
quizás sea eterno,
quizás pueda amar a mi consorte.
Tendré que luchar
por un pedazo de tierra
cuando la madre se vaya
con su azabache y su lacre,
o me afincaré en un páramo
impropio de mí,
lejos de la amante,
esa hiedra que crece y crece y crece
hacia a lo inclemente y lo primigenio
en esta tierra de presagios,
la ceniza está en mis ojos
como un animal ciego y testarudo
que husmea las trampas humanas.
Regresaré a los ríos de la juventud,
a los bosques habitados de siempre,
me mantendré en pie,
las pierna fuertes hundidas
en este lodazal de inclemencias
vieja patria,
raza de mi vida.
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